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¿Viví violencia sexual?

¿Qué es violencia sexual?

Para poder sanar, primero debemos entender qué fue lo que nos ocurrió, y para eso tenemos que comprender lo que es la violencia sexual.

La violencia sexual es cuando una persona agrede sexualmente a otra, la toca, la obliga a ver contenido sexual, a exhibirse o a hacer algo sin su consentimiento, es decir, la obliga a hacer, ver o escuchar algo que no quiere. Puede ser desde un comentario que nos haga sentir incómodas, que se nos insinúen sin que lo deseemos, hagan uso de su fuerza física para obligarnos a hacer algo que quieran o nos amenacen, extorsionen e intimiden psicológicamente para forzarnos a hacer un acto sexual.

También dentro de la violencia sexual se incluye la mutilación genital femenina, la trata de personas con fines de explotación sexual y los matrimonios forzados.

Tipos de violencia sexual

Para que podamos entender qué fue lo que nos pasó, tenemos que identificar primero los diferentes tipos de violencia sexual que existen y como se llaman:

Abuso sexual

Se nos obliga a participar en un acto sexual que no involucra introducir el pene en la vagina, boca o ano. Este acto puede incluir el ser forzadas a observar pornografía o cualquier contenido sexual, el ser tocadas en contra de nuestra voluntad o ser presionadas a tocar a la otra persona.

Violación

Ocurre cuando hubo penetración, es decir, se introdujo en nuestra vagina boca o ano, un pene o cualquier otra parte del cuerpo (dedos, manos, etc.) o un objeto en contra de nuestra voluntad. También, si estamos teniendo relaciones sexuales y le pedimos a la persona que se detenga y la persona no deja de hacerlo se considera como violación.

Hostigamiento sexual

Este tipo de violencia se presenta en una relación jerárquica. Esto quiere decir que quien nos solicita el favor sexual es nuestro superior, como bien podría ser nuestro(a) jefe(a) en el trabajo, un(a) maestro(a) o cualquiera persona que represente una autoridad. Estos actos ponen en riesgo nuestro bienestar emocional y afectan nuestra dignidad física y emocional.

Acoso sexual

Ocurre cuando una persona de nuestro mismo nivel jerárquico, como lo puede ser un amigo(a), primo(a), vecino(a), compañero(a) de trabajo, alguien en el transporte público, o simplemente un(a) extraño(a) que viva en la comunidad, se nos insinúa, o nos propone y/o exige tener contacto sexual contra de nuestra voluntad.

Estupro

Se da en el caso de que tengamos entre 13 y 17 años de edad y alguien nos engaña o manipula para tener relaciones sexuales con nosotras.

Violencia familiar

Ocurre cuando somos violentadas por un integrante de nuestra familia (consanguínea o adoptiva) o por nuestra pareja o expareja, de manera sexual o en contra de nuestros derechos reproductivos.

Tortura sexual

Ocurre cuando quieren obligarnos a decir o hacer algo en contra de nuestra voluntad, para lo cual se llevan a cabo conductas sexuales que nos generan sufrimiento o dolor, y somos intimidadas o castigadas con la intención de disminuir nuestra capacidad física o psicológica.

Contra la intimidad sexual (“Ley Olimpia”)

Se refiere a cuando alguien nos graba, fotografía, elabora o comparte por cualquier medio imágenes, audios o videos con contenido sexual íntimo de nosotras sin consultarnos, sin nuestra aprobación o mediante la manipulación y engaños.

Estos actos nos pueden impactar de distintas formas a cada una de nosotras. A algunas nos pone en una situación vulnerable, humillante e intimidante. Para otras, estos atentan en contra de nuestra libertad y nos pone en conflicto con nuestra propia sexualidad.

Todas estas conductas sexuales aparecen en los Códigos Penales, por lo que son consideradas delitos y son castigadas por la ley. Para saber más acerca de los delitos sexuales, como ejemplos específicos y datos legales del Código Penal puedes acceder dando click aquí.

Cualquier conducta que intervenga con tu sexualidad puede ser considerada violencia sexual cuando no hubo consentimiento. Así es, el consentimiento lo cambia todo.

Mitos sobre la violencia sexual

Cuando nos encontramos con situaciones desconocidas, solemos tener mucha confusión y fácilmente nos guiamos por lo que escuchamos que se dice comúnmente acerca del tema. Sin embargo, esto no es lo más recomendable ya que, en ocasiones solo nos lleva a caer en conclusiones falsas. Los mitos son creencias erróneas o distorsionadas que se suelen pensar acerca de algo. Nos gustaría mostrarte algunos de los más comunes relacionados a la violencia sexual y explicarte por qué son mentira.

Muchas mujeres no somos capaces de decir “basta” o “no quiero”, mientras sufrimos violencia sexual. Esto se debe a diversas razones que se relacionan con miedos y creencias que impiden que podamos hablar, así como también puede ser que por haber estado ebrias o incapacitadas no hayamos comprendido en su totalidad lo que nos estaba ocurriendo. Es por eso que la parte del consentimiento es muy importante, debemos saber diferenciar cuando hay consentimiento de cuando no hay. Recordemos que si nos sentimos inseguras y con dudas entonces no hubo consentimiento total.

Siempre tenemos derecho a decir "no". No importa si ya hemos tenido previamente relaciones sexuales con esa persona, si no queremos tenerlas en ese momento, no debemos de llevarlas a cabo y la persona debe respetar esa decisión.

Absolutamente nadie merece ser victimizada, agredida o violada. No importa donde estuvimos, cómo nos hayamos comportado, vestido o qué haya sucedido en el período previo a la agresión. Si no dimos nuestro consentimiento, entonces está mal.

Muchas veces la persona agresora no hace uso de la fuerza física, sino que es a través de la manipulación y chantaje que lleva a cabo la agresión, así como también suelen aprovecharse del abuso de alcohol y/o drogas de la víctima. No importa el cómo, siempre será violencia sexual si no hay consentimiento.

Es común que la imagen de la violación en los medios sea la de un violador extraño, pero en realidad las estadísticas apuntan que, en muchos casos, la agresión es llevada a cabo por un miembro cercano que se encuentra dentro del circulo social de la mujer. Cualquiera que sea nuestra relación con el agresor, no tiene derecho a tener relaciones sexuales sin nuestro consentimiento.

No hay evidencia que sugiera que el haber vivido violencia sexual cambie la orientación sexual de una persona. Cada quien tiene derecho a elegir sus propias parejas sexuales y la preferencia sexual de una persona no se debe a los posibles traumas que haya vivido.

El cuerpo por naturaleza está programado para reaccionar de ciertas formas ante la estimulación sexual, lo queramos o no. Por lo que sentirnos excitadas e incluso tener un orgasmo no significa que una lo haya disfrutado o haya dado su consentimiento. Algunos agresores usan estas respuestas fisiológicas para causarnos confusión y hacer que nos sintamos más impotentes.

No importa lo que hayamos escuchado de otros casos similares, lo que nos haya dicho nuestro agresor o lo que otra persona nos haya dicho. Siempre hay personas que al escucharnos nos creerán y quienes pondrán en duda lo que decimos. Por eso es importante que decidamos cómo decirlo y a quién.

Si deseas tener más información sobre esto, puedes consultar la guía Contarle a alguien por lo que estás pasando”.

¿Qué es el consentimiento?

El consentimiento es un acuerdo entre dos o más personas en donde aceptan a hacer algo, en este caso un acto sexual. Es muy importante dar nuestro consentimiento y tener el de la otra persona para poder crear un entorno sexual seguro. Solo hay consentimiento cuando las personas involucradas están de acuerdo por voluntad propia en llevar a cabo el acto sexual y tienen la capacidad de tomar esa decisión.

Elementos del consentimiento:

Libre: Consentir es una decisión que debemos tomar sin presión y estando conscientes, sin ser manipuladas o amenazadas, y sin estar bajo la influencia de alguna sustancia. Esto quiere decir que si nos encontramos bajo los efectos de alguna sustancia, dormidas o inconscientes, no podemos consentir y en caso de que se lleve a cabo el acto sexual, este puede pasar a ser denominado violencia sexual.

Informado: Para poder dar nuestro consentimiento debemos contar con toda la información, conocer todos los hechos y posibles consecuencias de lo que haremos. Para poder decidir debemos informarnos previamente.

Reversible: Recuerda que no por haber dicho que sí, significa que no podamos cambiar de opinión después. Tenemos derecho a cambiar de parecer sobre lo que deseamos hacer en cualquier momento. Incluso si se trata de nuestra pareja, la cual conocemos desde hace mucho y ya lo hemos hecho varias veces, si esta vez preferimos no hacerlo, nuestra pareja debe respetarlo y concluir el acto sexual.

Convincente: El consentimiento surge de la motivación por hacer algo. Al tratarse de sexo, debemos hacer lo que realmente deseamos, no lo que creemos que espera la otra persona de nosotras. Debemos buscar un “sí” activo y evitar llevar a cabo el acto si percibimos preocupación o inseguridad por alguna de las partes involucradas para asegurarnos que hay consentimiento.

Específico: Para consentir debemos hablar de situaciones específicas, tenemos derecho a consentir una cosa y no otra. No porque accedimos a hacer algo significa que ya aceptamos hacer otras cosas, siempre es mejor preguntar y verificar si se dio el consentimiento para todos los actos sexuales y no solo para algunos.

¿Cómo sé que tengo el consentimiento de la(s) otra(s) persona(s)?

Para saber si tenemos el consentimiento de la otra(s) persona(s), es muy importante considerar su libertad y capacidad para tomar decisiones. Para esto es necesario evaluar su edad, madurez y comprensión de la situación; el tipo de relación que tengamos con esa persona, la cercanía afectiva, tiempo de conocerle, entre otros; su estado físico y emocional, si es que se encuentra bajo el efecto de alguna sustancia, su estado de ánimo actual, entre otras. Recuerda que, al tener interacción sexual con otra persona lo correcto es preguntar y no asumir. De esta forma promovemos un ambiente sexual libre y seguro para las personas involucradas.

Aclarando los mitos y estereotipos alrededor del consentimiento:

  • “Nunca dijo que no quería.” El silencio no es consentimiento, no se puede simplemente asumir, lo mejor es siempre preguntar.
  • “El llevar una falda corta o un escote significa que estemos pidiendo ser tocadas.” Nadie puede asumir nuestro consentimiento basándose en nuestro comportamiento, vestimenta o lugar en el que estemos.
  • “Si realmente estaba sufriendo hubiera puesto resistencia.” La mayoría de las víctimas no peleamos. En situaciones como estas la resistencia y estrategias de autoprotección o mecanismos de defensa pueden ser a través de la disociación, congelación o tratando de hacernos amigas del acusado. La resistencia puede ser cualquier esfuerzo para prevenir, detener o limitar el evento.

Consecuencias de la violencia sexual

Cada vivencia y cada persona somos únicas y por lo mismo, no debemos de compararnos con nadie más. Al hablar de consecuencias por haber vivido violencia sexual, nos encontramos con un abanico muy amplio de posibilidades. Estas pueden ser diversas en cuanto al nivel de gravedad. No todos los casos presentan los mismos efectos, habrá quienes podamos seguir con nuestra vida y olvidar el acontecimiento, así como también habrá a quienes nos tome más tiempo recuperarnos.

Consecuencias físicas. Estas pueden ir desde tener problemas para dormir como insomnio o pesadillas, cansancio, dolor muscular, problemas de espalda, dificultad para concentrarnos, dolores de cabeza, poca motivación, sudoración, problemas para respirar, cambios en el apetito o sentirnos enfermas. También se puede llegar a tener infecciones de transmisión sexual (ITS), o contraer el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), al igual que estar embarazadas, tener lesiones genitales y extragenitales. Asimismo, podrían haber hemorragias, fibrosis vaginal, infecciones vaginales y urinarias. Pueden surgir trastornos menstruales y disfunciones sexuales como: dispareunia, dolor pélvico, vaginismo, entre otras.

Consecuencias psicológicas y emocionales se asocian con la forma en cómo hemos interpretado lo ocurrido, puede ser que nos hayan despertado miedos, inseguridades o que nos sintamos constantemente enojadas, irritadas o tristes. Así como puede que sintamos desconfianza, vergüenza, culpa, tengamos una baja autoestima y mucho estrés. También podría ser que estemos presentando problemas de ansiedad, depresión o nos venga constantemente un sentimiento de estar en crisis. En casos más delicados, podemos encontrarnos con trastornos de la conducta alimentaria, ideación e intentos suicidas, trastorno de estrés postraumático, adicción al alcohol y drogas, incluyendo psicofármacos, y trastornos psicopatológicos.

Consecuencias sociales interfieren en cómo nos relacionamos con los demás, con nosotras mismas y con el medio ambiente. Estas pueden afectar nuestro desempeño en diversos contextos tal como el laboral o escolar. Se reflejan específicamente en nuestra conducta y están relacionadas con nuestro estado físico, mental y emocional. Estas pueden variar dependiendo de factores como el lugar en donde ocurrió la violencia sexual y el tipo de agresor. Es diferente que este sea un miembro dentro de nuestro círculo social a que sea un completo desconocido. Tras haber vivido o estar en una situación de violencia sexual, es común que tratemos de evitar todo lo que nos recuerde a ello y que la relación con nuestro propio cuerpo quede afectada. Algunos ejemplos de consecuencias sociales son presentar dificultad para tener relaciones sexuales, tener el nuevo hábito de evitar lugares y/o personas que nos recuerden a lo ocurrido, aislarnos socialmente, mostrar resistencia a no querer hacer las cosas que antes solíamos disfrutar y estar constantemente preocupadas. También podría ser que comencemos a tener un uso problemático del alcohol y/o drogas, a fumar tabaco en exceso, lastimarnos a nosotras mismas haciéndonos cortes, o a utilizar cualquier cosa como intento para distraer nuestra mente con el fin de evitar pensar en el suceso traumático.

¿Es normal que sienta culpa después de vivir violencia sexual?

Al vivir una experiencia traumática es común sentirnos traicionadas hasta por nosotras mismas. Podemos dudar de lo que sentimos y percibimos, e irrumpen en nuestro pensamiento muchas preguntas que tratan de comprender qué pasó y por qué. Estamos tan vulnerables que nuestro poder para actuar y decidir se ve debilitado, sobre todo si la persona agresora intenta convencernos y manipularnos de que el acto sexual, que fue en contra de nuestra voluntad, fue en realidad un acto de amor o una muestra de cariño. Esto lo hace con el fin de normalizar lo que nos hizo.

En ocasiones podemos sentir que no hicimos nada por impedirlo. Esto se conoce como “indefensión aprendida”. Esta es una respuesta humana que ocurre cuando nos violentan y creemos que no es posible escapar o evitar la situación. Se presenta cuando pensamos que no podemos huir, a causa de esto, ser sumisa es nuestra reacción. Es un mecanismo de defensa, que como estrategia, no pone ninguna resistencia hacia la agresión para sobrevivir al peligro. No hay que sentirnos culpables por no haber reaccionado ni habernos defendido, lo que ocurrió es que sentíamos tan amenazante la situación, que esa fue la respuesta más adaptativa y lógica que encontramos para poder sobrevivir.

Necesitamos saber que es perfectamente normal sentir culpa. La mayoría de nosotras nos sentimos responsables por lo ocurrido, nos suelen llegar pensamientos como: “Si tan solo no hubiera…” o “Me lo merezco porque…” Este tipo de ideas nos hacen dudar sobre nosotras mismas y evitan que busquemos ayuda por dudar si la merecemos o no. Pero es esencial que entiendas que no hicimos nada mal, la única persona culpable culpable es la persona agresora, no nosotras.

¿Cuándo necesitamos atención psicoterapéutica?

Hay ocasiones en las que se nos dificulta poder expresar y verbalizar lo que sentimos. La psicología es la ciencia que se encarga de estudiar nuestros procesos mentales, incluyendo nuestras sensaciones, percepciones y conducta; en relación con el medio ambiente físico y social que nos rodea. La terapia nos permite explorar el cómo nos relacionamos con nuestro entorno y cómo lo asimilamos, buscando siempre nuestro bienestar personal. Nos invita a trabajar en nuestras emociones, reflexionar sobre nuestros pensamientos, creencias y conductas con el fin de sanar.

En México, la salud mental es comúnmente malinterpretada. Tenemos la falsa creencia de que solo aquellas personas con temas graves de salud mental son quienes deben acudir a estos especialistas. Mientras que, en realidad, estos nos brindan un espacio de confianza y libre de prejuicios para que podamos abordar cualquier tema.

Las personas especialistas (psicólogos y psicólogas) que se dedican a esta área de la salud cuentan con toda una preparación para poder devolvernos herramientas que nos guíen hacia nuestro bienestar. Debemos de saber que todo lo que les contemos es confidencial, esto quiere decir que no puede contárselo a nadie más. Deberán tratarnos con respeto y evitar comentarios que nos puedan hacer sentir juzgadas o revictimizadas, así como tampoco pueden obligarnos a hablar de cosas que no deseamos.

Se recomienda que busquemos atención psicoterapéutica cuando tengamos dificultad para desempeñar nuestras actividades del día a día y cuando nos sentimos emocionalmente abrumadas.

Recordemos que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino que es la ausencia de funcionamiento y capacidad para disfrutar la vida.

Para saber más sobre cómo obtener un apoyo psicológico y emocional, te recomendamos que revises el directorio, donde puedes encontrar una lista de centros que brindan atención psicológica gratuita.

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